
Allá se quedo aquella ventana de La Victoria
Llena del verde de las sensuales colinas de mi adolescencia…
Verde muchacha desnuda posando para el ojo de la lluvia.
Allá se quedo la plaza con sus viejos, sus palomas y sus esquelas.
Arcos de caña triunfantes atiborrados de humos
Y un atardecer que te quema el alma de tan bello y tan oscuro.
Allá se quedo la gota que caía del tejado,
Las aceras largas y silenciosas,
La Bodega del Señor Gerardo con sus polvorosas.
Allá se quedo el camión del Señor Luís y mi madre muerta,
Mi padre en el asilo, mis hermanas con sus hijos,
Mi canto balbucido entre las puertas.
Allá se quedo la empanada a’ locha, mi lonchera inglesa
Y la luna que no me cabe en las fronteras.
Allá, vuelto raíz, siempre estará el paredón de mi colegio, los mangos,
El heladero, el mercado, la hacienda llena de tomates y mi perra.
Como un eco adormitado escuchare la risa de los niños perdidos en el río,
Los patines, treinta misas, el Ingenio y mis suspiros.
Allá se quedo Skiner, Almeida, Luciano, mi trabajo y mis quimeras
Mi casa, mis amores y mis deudas
¿Cómo recojo mis pasos si no tengo huellas?
Emigraré hasta mi misma
Saltaré la talanquera
Volveré al camino de mis aparecidos
Invocaré el azul que me deslumbra
Romperé el sol calcinante de “la una”
Para rezarle de nuevo a este Samán
Llena del verde de las sensuales colinas de mi adolescencia…
Verde muchacha desnuda posando para el ojo de la lluvia.
Allá se quedo la plaza con sus viejos, sus palomas y sus esquelas.
Arcos de caña triunfantes atiborrados de humos
Y un atardecer que te quema el alma de tan bello y tan oscuro.
Allá se quedo la gota que caía del tejado,
Las aceras largas y silenciosas,
La Bodega del Señor Gerardo con sus polvorosas.
Allá se quedo el camión del Señor Luís y mi madre muerta,
Mi padre en el asilo, mis hermanas con sus hijos,
Mi canto balbucido entre las puertas.
Allá se quedo la empanada a’ locha, mi lonchera inglesa
Y la luna que no me cabe en las fronteras.
Allá, vuelto raíz, siempre estará el paredón de mi colegio, los mangos,
El heladero, el mercado, la hacienda llena de tomates y mi perra.
Como un eco adormitado escuchare la risa de los niños perdidos en el río,
Los patines, treinta misas, el Ingenio y mis suspiros.
Allá se quedo Skiner, Almeida, Luciano, mi trabajo y mis quimeras
Mi casa, mis amores y mis deudas
¿Cómo recojo mis pasos si no tengo huellas?
Emigraré hasta mi misma
Saltaré la talanquera
Volveré al camino de mis aparecidos
Invocaré el azul que me deslumbra
Romperé el sol calcinante de “la una”
Para rezarle de nuevo a este Samán
que desnudo mi poesía.
Neiffe Peña
Del libro: Geografía Sacra de las Ciudades Poemarias
México 06/11/01
Neiffe Peña
Del libro: Geografía Sacra de las Ciudades Poemarias
México 06/11/01
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