lunes, 12 de octubre de 2009

Una Ciudad




Una ciudad es un reflujo de tu propia esperanza,
una isla oscura de torres ajenas y calles humanas.
En ella te habitas colgando tus rostros,
tendedero deshelado
tras un cuarto de fondo.

Mañana vuelta un sudario de vitrinas
la diastólica habitante que subyace en tu memoria
caminara a tientas por las hojas del parque,
y entre los novios y policías
veras tu sacrificio,
como ánima en pena que recorre los salones sobre los costados sordos
de los espacios no vividos.

Porque la ciudad se convirtió de pronto
en tu tatuaje,
en tu camino,
en tu sepultura.
pequeña sabandija de concreto que come asfalto a media noche.

La ciudad puede ser tu trampa
tu colcha,
tu perdida,
tu letrina.

Tiene mil funciones,
nido de puertas,
de balcones,
de microbios que te enferman y te matan.

La ciudad existe debajo de tu miedo,
irracional memoria de saberte solo
a pesar de las luces de neón,
la botella
y aquella piel
que se duerme en tus manos
en un motel de la calle “Cuaotrlittlan”
“Sabana Grande” “Soho” “Lava Pie”…
Neiffe Peña

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