jueves, 14 de octubre de 2010

A mis Cantoras del Opus Nigrum...Jakelin Liz, Elvis Carballo, Elba Camejo.




La música brasilera es tan sensual… recorre mi cuerpo milímetro a milímetro, toda mi piel se apega a unos violines que se deslizan entrelazados con unas violas y unos violoncelos, juegan descarados unos con otros como delfines que se mueven en el aire, van por la oscuridad de una melodía tremendamente sentida y real, a veces se unen y sus texturas provocan en mi una revolución, un desasosiego temporal, no hay más que cuerdas sobre esa poesía que canta un hombre…silencio, un piano entra trémulo y un falsete se despliega limpio como un rayo de luz sobre otra melodía fuerte e iluminada, un Bajo se deja caer graciosamente, pisa las notas y abre un camino extraño y pausado, como un viejo fumador que tose sobre un bar a media luz y se acuesta sobre el piano ebrio y a la vez “jalado”. Mis labios besan ese corno ingles y mi lengua lame esos címbalos para dejarse arrastrar por esa voz que me acaricia el corazón hasta el orgasmo mismo de simplemente escuchar una mandolina en una formación tan inusual. La percusión me posee, me toma de nuevo sin descanso para levantarme en esa poesía luminosa y total, alucinándome en las estrellas que danzan y en ese gutural idioma que calienta mi epidermis al solo recuerdo de andar posando mis pies en Copacabana, se agita mi respiración sobre esa guitarra voluptuosa que se refleja bajo la luna tranquila y cariñosa… !que beleza! ¡meu Deus! ahora soy una agitada hoja de los bosques de la misma Amazonia o tal vez una Carioca que corre con su novio en una playa azul y escalfada.
Una mujer, cantando desde su vientre mismo, con una voz gutural y raspada atraviesa el aire y se hace presente, puedo olerla, puedo sentir su respiración y sus cabellos, puedo temblar en su cuello, puedo desmayarme sobre sus senos, ella no canta, ella me desviste, me posee, sobre las cuerdas de su voz y de ese piano y así me hace suya. Arqueo mi cuerpo para recibirla y las puntas de sus dedos avanzan, me descorre, me atrapa ¡que saudade! ¡que sonho!...quiero quedarme allí, pero unas baquetas tocan la orilla de un Tontón, raspan un platillo y una dulce flauta baila para distraerme, para hacerme reír, loca risa que acompaña a un “palo de agua”. Vuelvo a la guitarra, su armonía es como un baño de agua de mar calmo, está llena de sol y de brisa, poco a poco, punteada y digitada dulcemente me habla en un idioma absolutamente intimo y despiadado, mi alma de poeta se derrite en aquella ánfora de conchas, indefensa me coloca en la arena y no deja que su melodía me permita ver el sol, solo quiere esa guitarra que mantenga los ojos cerrados, y sienta sed, sed de seguir escuchándola, hasta morir de placer. No hay un negro que no dance en mi sangre escuchando esas maracas de miles de formas, esas semillas amarradas que se contestan dentro de vainas y cintas, cueros, maderas, metales, arcillas…todo suena, selva que se convierte en verde, luz que se derrama en sombras, voces que salen de cuevas, desiertos que se germinan, ríos, peces, hombres, mujeres…todo contenido y suelto, maravilloso ritmo, sangre del Brasil, ritmo conjugado, constelación, cumulo infinito, lluvia regeneradora bajando por mi vientre y mojando mi sexo hasta hacerlo palpitar y explotar . He quedado preñada de esa música, he quedado embarazada de esos cantos, he quedado unida a ese mundo por la belleza, por el amor, por las historias y la transpiración misma de cada uno de los ejecutantes de estas canciones tan encantadoras y vitales, estoy enamorada de todos, estoy entregada, soy feliz, escuchando esta música del Brasil soy feliz, felizardo, rio, rio de felicidad…


Neiffe

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