viernes, 29 de octubre de 2010

Altar de Muertos







He prendido los cirios y candelabros,
Las calabazas dulces han perdido su color naranja
oscuras y cristalinas se han convertido
en manjar apetitoso de fantasmas y aparecidos.

La luz de las veladoras abren un camino en cruz
marcando los cuatro puntos cardinales del mundo.
A un costado del altar, (que dedique a los amores difuntos),
una humilde olla de barro perfuma con aromas de
albahaca, laurel, romero y manzanilla el cielo.

Las trasparentes cadenas color “obispo” se mecen bajo el frio otoño,
doradas llaves abren las puertas del inframundo,
suenan frágiles sobre la vida como címbalos de papel picado
derramado bajo la verde esperanza del renacimiento.

Mis flores te despiden para siempre,
amor con perfume de comal donde crepita el incienso
que nebuloso baila delante de mis ojos
sabes llevar ese hermoso collar de Xenpaxuchil
pero quiero ver a tus pies pétalos blancos por los caminos renunciados,
en tus manos pistilos amarillos como la tierra que conoces tan bien.
Un lienzo sobre tu cabeza ungida de mujer virtuosa
tatúa en tu cara una cruz de ceniza que marca mi pulso

Va mi alma sola traspasando los campos de maíz,
chupando con regocijo de niña las pencas de caña dulce,
bañando el espacio de naranjas, tejocotes y claras jícamas,
partiendo el pan azucarado, mordiendo el chocolat de mínimas calaveritas,
Bebiéndome el agua
y poniendo en mi lengua la sal cruzo aquellos fríos y antiguos canales
dejando que mi guía,
un hermoso xoloitcuintle me conduzca a mi destino final
santiguando el camino con mi vara de espino.

Fue hermoso quererte como te quise
y por eso, fondo blanco
brindo con este mezcal sobre mi altar

¡Por los amores imposibles!
¡Por los amores huidos!

Crueles espejismos del corazón.


Neiffe Peña

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